No duermo
desde el lunes. Bueno, he dormido algo,
pero no como yo suelo,
ocho horas del tirón. Me despierto cada tres horas, sudando y con pesadillas y
la culpa de todo la tiene la
“lengua española” asignatura de 6 créditos que abre el próximo día
cuatro de junio los exámenes con un horario de 9 a 14. Sí, cinco horas de examen.
Este
cuatrimestre he tenido un examen semanal de latín y algún parcial de otras
asignaturas, todos salvados sin demasiados problemas con la calificación, claro, porque en lo que
respecta a mi salud es otra historia. Antes de empezarlos tiemblo, antes de
entregarlos me pongo roja como un tomate y mientras los hago tengo unas ganas
de vomitar constantes. Me
quitan el sueño y creo que desde octubre he envejecido y estoy más ojerosa que nunca. Menos mal que los días se
alargan y, de vuelta a
casa, me dejan
disfrutar de vistas como las de las fotos, ¡por fin es de día a la salida de
clase! Hoy, además, el día ha acabado con una preciosa imagen que será un recuerdo imborrable de mis
dos compañeras de clase, nuestra primera foto. A quien también recordaré con
cariño es a mi hercúleo paraguas. El pobre no ha superado el mes de mayo, una
ráfaga de viento le rompió un par de varillas y lo ha dejado a medio
desgraciar. Por supuesto para lo que me queda aquí no pienso comprarme otro.
Probablemente acabe el curso siendo un mango y nada más.
La
posibilidad de volver a Madrid me trae de cabeza, los formularios de traslados
y convalidaciones son incomprensibles y las respuestas de las secretarías son
siempre confusas y un tanto desagradables, ¡malditos papeleos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario