miércoles, 24 de noviembre de 2010

God save advertising

Últimamente tengo la cabeza en cualquier sitio menos encima de los hombros. Voy de sobresalto en sobresalto. Tengo la sensación de que todo lo que me han enseñado desde pequeña no es cierto, de que todo lo que he visto en el cine, en la televisión o en los libros, no es más que ficción y que nada tiene que ver con la vida real. A mis treinta y dos años sigo sin saber que quiero hacer con mi vida, no tengo ningún talento especial y ninguna aspiración que me salve de una vida monótona a más no poder. Me quedé sin mi trabajo de administrativa por culpa de un recorte de personal que tuvo que hacer la empresa en la que trabajaba porque si no iban derechos a la quiebra por mi culpa o de las crisis, que nunca quedó esto claro. Mi pareja y yo llevamos juntos prácticamente toda la vida y la pasión hace ya mucho que dio paso a la rutina en la que nos hayamos la mayoría. O eso pensaba yo hasta que esta mañana yendo en el cercanías de camino a una entrevista de trabajo, he visto un anuncio, a página completa en El País, de una entidad financiera. Y gracia al anuncio, gracias al banco, gracias al periódico que lo ha publicado (¡gracias dios mío por tu infinita bondad!) me he dado cuenta de que mi vida no era tan miserable, de que todo podía ser más fácil si me hacía un plan de pensiones, de que podía recuperar mi figura y estar estupenda a pesar de los años, de que podía encontrar hobbies y descubrir talentos que me hicieran ser como la chica del anuncio. Quizá consiga diseñar mis bragas y fotografiar a las grandes estrellas de la tele, a la Esteban, por ejemplo. ¡Gracias Publicidad! Mi vida era una mierda y, gracias a ti, lo aspiracional ahora es mi motor, mi energía, mi creencia, mi religión. El tiempo que antes perdía leyendo, paseando o pensando (tres gerundios) en qué iba a hacer con mi vida, ahora lo paso aspiracionando y anunciando (dos más).


3 comentarios:

  1. Hola, amiga. Llevo leyéndote (perdona que utilice el tuteo, pero ya casi puedo afirmar que te conozco) desde hace años y siempre me he sentido identificado con lo que escribes, con lo que has ido vertiendo en la red que a todos nos une y a su vez nos separa. Tengo 37 años, estoy soltero por culpa de las películas de Disney (desde hace tres años y medio, sólo veo películas iraníes de los años 80) y me encanta pasear y deliberar sobre la vida y la soledad que tanto tememos. Tu entrada de hoy me animó a escribirte, porque de repente vi una posibilidad de ver la luz, empezar a dar pasos hacia una felicidad duradera, posiblemente eterna. Sin embargo, tengo una pregunta que puede parecer cómica, pero que, te aseguro, me corroe y abrasa las tripas: ¿Tendría que cambiarme de sexo para conseguir ser como "ella"?

    Muchas gracias por tus reflexiones, amiga. Quizá un día nos encontremos por la calle con nuestros iPad y gafas de pasta.

    Un saludo,
    Damián (he decidido utilizar un nombre ficticio, aunque aquí va una pista para averiguar el verdadero: empieza por "Car" y termina por "los")

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  2. Querido Car-los. Yo sólo con ver el anuncio ya empecé a sufrir una transformación, espero que te ocurra lo mismo, la vida se ve de otra forma desde mi metro noventa y con bragas diseñadas por mi misma. Suerte y ánimo. La Publicidad es nuestra bendición, reza tus oraciones cada noche y ella te lo recompensará.

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  3. Querida amiga,

    Me han empezado a crecer pechos y la barba ha empezado a desaparecer. Gracias de nuevo.

    Ya tengo un nombre para mi nuevo yo: Natasha.

    Un saludo y una bendición,
    Damián

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