lunes, 16 de enero de 2012

¿Dónde está la nieve?


Esta nochevieja me la he pasado metida en la cama con un resfriado y con la mejor película para cualquier ocasión y más para esta, El apartamento. Escuché los fuegos artificiales y las campanadas de la televisión de los vecinos debajo del nórdico mientras C. C. Baxter y la Señorita Kubelik jugaban a las cartas.

He intentado varias veces en este último mes escribir algo y todas las veces ha ocurrido lo mismo. Abro el blog, le doy a “Nueva entrada”, observo el parpadeo del marcador, escribo dos o tres frases aburridas y sin ninguna gracia y según las termino de escribir las borro pensando que hoy tampoco estoy inspirada. No sé qué me pasa. Quizá sea porque esta novena campaña de navidad he trabajado sólo dos semanas. Quizá que, como venía un poco sin pilas por las clases, no tenía ni una gota más de energía creativa. O puede que haya influido el hecho de que en dos meses he pasado cinco resfriados, aunque nunca se sabe, igual es el mismo que se toma días de descanso. El último de ellos, -diagnosticado como “gripe estacional y faringitis” por dos médicos diferentes-, empezó el día 27 de diciembre, remitió pasado el roscón y hoy ha vuelto a manifestarse. Y no es que no me hayan pasado, como siempre, cosas divertidas en la librería. Por ejemplo, en el bus de vuelta a casa he coincidido dos veces con un señor que en principio parecía estar recortando un artículo que le interesaba del periódico con unas tijeritas diminutas y que resultó estar recortando todos los artículos del periódico con unos aires un tanto obsesivos; he vuelto a responder a esa pregunta maravillosa de “¿Dónde están los libros de verdad?” Porque ni la física, ni la filosofía, ni la política eran lo que ella buscaba. Claro que a pesar de tener gracia la pregunta yo no puedo evitar pensar lo mismo. Y es que, vamos a ver, si entras en una librería y las primeras estanterías que ves dicen “Espiritualidad”, “Seres mágicos”, “Ufología”, “Cristales energéticos”, yo también pensaría que es una librería con libros de mentira. He vuelto a tener el placer de que un cliente me escenifique lo que busca, el año pasado fue la cara de El Grito de Munch y este año ha sido la pose de la ardilla de la portada del libro Las ardillas de central park están tristes los lunes; he tenido también experiencias extrañas acerca de mi tatuaje, considerado por un chico -que no pudo evitar tocarlo- un símbolo satánico (imagínense mi cara); otra señora encantadora estaba segura de que le vendí un libro de cocina en el mes de octubre y quería que le recordase cuál fue; he confundido los títulos de Yo confieso de Jaume Cabré con En confianza, del que no haré ningún comentario; y ¿qué más? Ah, sí, la última que me ocurrió y la mejor de todas fue la de un hombre de unos cuarenta o cincuenta años que buscaba una biografía de un personaje sudamericano que no soy capaz de recordar “para regalar”. Él conocía dos. Una en la que no tenía ningún interés, porque decía que era malísima (de la que no había ejemplares) y otra, de la que nos figuraba un ejemplar en la base de datos. Encontré el ejemplar (glorioso momento ese de encontrar el único ejemplar que queda de algo) y me lo agradeció mucho de forma muy discreta pero agradable. Lo curioso fue que durante la búsqueda  me dijo mirando la chapa con mi nombre “¿Cuántas veces te habrán dicho eso de ¿Quién me dijera, Elisa, vida mía…?" Me quedé perpleja, me sonrojé y él me recomendó leer el soneto de Garcilaso. Así da gusto ¿verdad?

Quizá no sean sólo las ardillas las que están tristes los lunes. Hoy es el Blue Monday ese del que hablan. Quizá por eso hoy me están saliendo más de dos líneas seguidas. No, definitivamente es porque empiezo exámenes el lunes.

3 comentarios:

  1. En vez de "es tan blandito que me quiero moriiiiiiir" diré, "eres tan mona que me quiero moriiiiiiiiiiir" Que te mejores, gracias igualmente ;)

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  2. Jalea real en ayunas

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  3. Y en este mismo valle, donde agora
    me entristezco y me canso en el reposo,
    estuve ya contento y descansado,
    ¡Oh bien caduco, vano y presuroso!
    Acuérdome, durmiendo aquí algún hora,
    que, despertando, a Elisa vi a mi lado.
    [...]
    ¿Do están agora aquellos claros ojos
    que llevaban tras sí, como colgada,
    mi alma, doquier que ellos se volvían?

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