martes, 17 de enero de 2012

Mastering the art of eating


Hoy he vuelto a ver la película de Julie y Julia. Es una película estupenda que incita a cualquiera a escribir un blog y más aún a ponerse a cocinar.  Y como en el blog ya escribí ayer, hoy he hecho pastas de mantequilla, mmm, ¡deliciosas!  
 
Este fin de semana he tachado una manía culinaria más de mi lista. Las anchoas eran alimentos non gratos para mi paladar. Pero su sabor en los espaguetis a la putanesca me ha hecho cambiar de opinión. Y para rematar mi madre hizo brownie de postre el domingo. Un brownie exquisito que acompañamos de una bola de helado de vainilla cubierta por chocolate caliente que al contacto con el helado se solidifica... ¿A qué no hay nada que reconforte más que un postre hecho por una madre?

Con esta nada repentina fascinación por la comida hoy he empezado a pensar en sabores o alimentos que detestaba de pequeña. No soportaba el tacto del kiwi  en el paladar y, en general, la fruta no me gustaba nada. Supongo que gracias a la lucha de mi madre ahora me gusta prácticamente toda la fruta. Este año he solventado mi odio hacia el plátano y el kiwi. Aunque conservo el del melón. También recuerdo que en mi casa tomaban de vez en cuando un muesli del herbolario que me parecía pienso y que intentaban hacer pasar por cereales, ese mismo muesli se ha convertido ahora en mi desayuno predilecto. Pero nada de leche o yogur, zumo de naranja natural. El mismo que hace años tardaba horas en beberme porque me daba un asco horrible su pulpa.  Nunca he sentido especial predilección por el pan y ahora me he convertido en toda una experta. Me sigue encantando el olor a café recién hecho pero no creo que jamás pueda beberme una taza. 

Como conclusión se puede pensar que no podemos saber nada con certeza acerca de nuestros gustos, que no debemos hacer otra cosa que probar y esperar. Vamos que el ser humano es Él y su paladar.

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