viernes, 22 de octubre de 2010

Mis papelotes y el otoño de Chéjov

"Empezaron a hablar del amor. 
—Cómo nace el amor -dijo Aliojin-, por qué Pelagueia no se ha enamorado de un hombre cuyas cualidades morales y apariencia estuvieran más en consonancia con la suyas, sino precisamente de Nicanor, ese tipejo, como todos lo llaman aquí; en qué medida en el amor importa la cuestión de la felicidad personal: todo eso es algo desconocido y cada cual puede interpretarlo como mejor le parezca. Hasta la fecha sólo se ha afirmado del amor una verdad indiscutible, a saber, que "es una gran misterio", todo lo demás que se ha escrito y dicho no propone ninguna solución, sino que se limita a plantear cuestiones que siguen sin resolver. Así, la explicación que parecería convenir en un caso no se ajusta a decenas de otros, de modo que lo mejor -en mi opinión- es estudiar cada caso por separado, sin tratar de generalizar. Como dicen los médicos, hay que individualizar cada caso particular."
Del amor. Antón P. Chéjov

En Otoño siempre hago limpieza. A partir del mes de agosto mi mujer me empieza a decir que cuando narices voy a tirar algo, que nunca encuentra nada porque siempre que va a buscar algo está todo lleno de recortes y libros viejos. Yo no sé porqué los voy acumulando, la mayoría no sirven para absolutamente nada y, por lo tanto, al menos una vez al año saco dos o tres bolsas de basura llenas de los objetos más variopintos, en su mayoría papelajos. Me gusta hacerlo en octubre. Ayer estuve cuatro horas poniendo el estudio patas arriba y entre un montón de nada encontré un recorte con una entrevista a Ricardo Darín. Al volverla a leer me acordé de un librito de Chéjov con relatos breves. Uno de esos de colecciones de verano, entre los que estaba "Del amor". No pude seguir con la tarea, me entró la necesidad de saber donde estaba. Unos minutos después lo encontré, estaba en la estantería del salón, escondido entre Tío Vanya y Cuento de Abril. Tuve que leerlo, claro. Sentado en la butaca con el sol de Otoño dándome calor y acompañado de una taza de té verde. Mi mujer siempre dice que algo que sabe tan mal no puede traer nada bueno y que por muchas cosas buenas que tuviera era una incoherencia (se refiere a la botella de vino tinto que me bebo cada noche). Lo cierto es que el té verde sabe realmente mal, pero me obligo a beberlo para compensar. Hoy me toca terminar la limpieza que se quedó a medias, con todos los cajones por el suelo, porque nos fuimos a ver el atardecer desde las vías del tren.

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