sábado, 25 de diciembre de 2010

Bon appétit!

Cuando me preguntan que qué planes tengo para pasar estas fechas siempre suelo decir que en mi casa no celebramos la Navidad desde que dejé de ser una niña. Pero ¿qué significa celebrar la Navidad? Si entendemos celebrar la Navidad por celebrar la natividad, es decir, el nacimiento del tal Jesús de Nazaret no sólo no la celebramos "desde hace algunos años" sino que no la hemos celebrado nunca. Lo que sí hemos hecho ha sido reunirnos mis padres, mis abuelos, mi tía y yo para cenar juntos el día 24 y para comer el 25. Cuando yo era muy pequeña nos reuníamos en la antigua casa de mis abuelos en Vallecas, a partir de mis ocho años de edad y hasta los dieciséis años nos reuníamos en nuestra antigua casa de Arapiles y desde que vivimos en este santo pueblo del noroeste de Madrid nos reunimos aquí. Algunos años mis abuelos han cenado en su casa de Asturias y nosotros hemos cenado solos. De cualquiera de las formas siempre ha sido un día más, como cualquier otro domingo en el que comemos juntos. Nunca ha habido villancicos y desde que soy "adulta" lo de los regalos ha ido desapareciendo poco a poco. Y es que regalarse cosas en estas fechas nos parece que tiene menos gracia que regalarse cosas durante el año. Yo, por ejemplo, prefiero una sorpresa un martes cualquiera de noviembre, febrero o marzo con unos pantalones, un libro, un dvd o unas pedazo de botas Bestard para mi cumpleaños (no soy tonta ni ná', ¡qué va!).

Sin embargo, cuando era pequeña era otra cosa. No sólo eran semanas sin cole en las que poder estar con mis padres es que, encima, venía Papá Noel y luego los Reyes Magos. Recuerdo perfectamente los nervios con los que me iba a dormir las noches previas: las mañanas del 25 de diciembre y del 6 de enero han debido de ser los días del año en los que más he madrugado de pequeña. Saltaba de la cama a las 7 u 8 de la mañana y me iba directa a buscar regalos por la casa y luego a despertar a mis padres. Los sacaba de la cama y, en pijama, y con las marcas de las sábanas aún en la cara, alucinaba con las huellas de los dientes que los camellos de los Reyes Magos habían dejado en las zanahorias, con los restos del roscón que habían dejado Melchor, Gaspar y Baltasar y con los vasos de agua medio vacíos con los labios de sus Majestades aún señalados. Luego venían los regalos debajo del árbol, a veces, otras, escondidos por toda la casa con carteles y pistas que me hacían ir de uno a otro. Y, por la tarde, el chocolate a la taza y el roscón de reyes casero mientras disfrutaba de los regalos nuevos. Me resulta increíble pensar en cómo creía ciegamente en todo aquello y cómo pasamos de creer de esa forma en cosas como los Reyes o el Ratoncito Pérez a no creer a los demás. Pero, en fin, esa es otra historia.


Éste año no habrá nada de eso, pero sí ha habido y habrá una mesa con delicioso pavo asado y relleno de castañas. Porque aquí no celebraremos nada y no creeremos en muchas cosas pero sí que creemos en la comida y disfrutamos de ella como yo disfrutaba de las mañanas de regalos y visitas reales. Además, este año, como plus, hemos tenido un tronquito de navidad, ha sido el primero que ha hecho mi madre en su vida y le ha salido de pastelería. Como curiosidad os puedo contar que el tronco de navidad, al parecer, es una creación del siglo XIX que tiene su origen en el siglo XII cuando, al parecer (repito lo de "al parecer" porque he sacado esta información de Internet y si no confió en algunas  personas menos aún en lo que se encuentra por Internet), las familias se juntaban frente a la chimenea y escuchaban viejas historias de los abuelos mientras un gran leño ardía en la chimenea, las cenizas que dejaba el leño al final de la noche se guardaban todo el año para protegerse de los males y las catástrofes. Más tarde, con la desaparición de las chimeneas, el tronco pasó a ser un elemento decorativo en la mesa de Nochebuena y en el siglo XIX el pastelero francés Pierre de Lacam creó el Bûche de Noël o Tronco de Navidad. Así que, como veis, éste final de año nos hemos propuesto que todo lo que hagamos sea en forma positiva. Espero que el tronquito de chocolate tenga las mismas cualidades que las cenizas del tronco de un árbol y que nos permita tener un 2011 lo más tranquilo posible.


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