La noche más larga y el día más corto del año nunca habían tenido un significado especial para mí, hasta este año. La entrada oficial del invierno, y con ella el comienzo de las noches que se acortan y los días que se alargan, me ha traido un estado de ánimo mucho más positivo. La verdad es que me gusta el invierno, me gusta el frío y lo prefiero mil veces antes que el calor asfixiante del verano. Lo siento, me gusta el invierno. Y me gustan aún más los días de invierno en los que sale el sol y no hay ni una nube y hace muchísimo frío, son tonificantes y deben ser los mejores días para ir a la montaña, aunque para estar segura de esto tendré que esperar al año que viene, año en el que tengo depositadas muchas esperanzas.
Lo único malo que tienen mis dos estaciones favoritas del año (la otra es el otoño, claro) es que se hace de noche muy pronto, así que, como os podéis imaginar, el solsticio de invierno ha sido una noticia estupenda para mí. Es la mejor forma de acercarse al final del año; comienza una cuenta atrás que no se disfruta al llegar al final sino durante la misma cuenta.
Es una cuenta atrás en muchos aspectos: para llegar al final de la primera evaluación, al final de los exámenes, a la entrega de las notas, al comienzo de un trabajo de tres semanas para la campaña de navidad y lo será para el final del 2010. También para el principio del 2011, la segunda evaluación, la tercera, la selectividad, el verano, los cursos de iniciación con el club de montaña, el viaje a Nepal y el comienzo de la vida universitaria. Como veis tengo muchas esperanzas depositadas en el 2011 pero es que el 2010 ha sido bastante decepcionante, recuerdo que lo comencé sin ningún plan y con poca determinación de hacer nada, así que he decidido que lo que esté en mí mano lo voy a cambiar, y una de las cosas que puedo cambiar son los planes, la determinación y el entusiasmo por cumplirlos.
La verdad es que he tenido bastante ayuda para llegar a estas conclusiones: mis amigos han estado ahí siempre que los he necesitado y me han dado varios empujones a lo largo del año, mi padres han estado también muy pendientes de mí y me han echado unos cuantos cables en lo que a las clases y los exámenes se refiere y, por último, el hecho de que hayan contado conmigo, una vez más, para la campaña de navidad ha sido el empujón final que necesitaba. Ver caras conocidas y conocer a gente nueva, tener unos horarios laborales que cumplir y acostarme todos los días agotada pero satisfecha por un trabajo más o menos bien hecho es estupendo. Y digo más o menos bien hecho porque alguna que otra metedura de pata sí que he cometido. Como se suele decir: "la primera en la frente" porque el primer día de trabajo confundí a Herman Hesse con el payaso de Herman Tertsch, por suerte nadie salió herido. Ah, y una de las cosas más divertidas y estupendas que me ha pasado en el trabajo fue encontrarme con mis profesores de latín y griego una tarde de sábado. Fueron a comprar a la tienda y nos cruzamos mientras yo le indicaba a un cliente donde podía encontrar los libros de fotografía. Creo que a los tres nos hizo mucha gracia y como aún quedaban un par de días para la entrega de notas, me dieron, según sus propias palabras, "un adelanto de Papá Noel". El adelanto fue la noticia de que había aprobado ambas asignaturas y que estaban muy contentos con mis dos exámenes. Consecuencia: el resto de la tarde fui más encantadora de lo que soy (toma pastilla de ego).
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