sábado, 12 de febrero de 2011

Contaminación en la sala 2

Se me ocurren pocas cosas mejores que hacer un viernes por la tarde que ir al cine a ver una película. Bueno, en realidad, no sólo los viernes por la tarde, podría valer para cualquier día de la semana. Pero las obligaciones son lo primero, ya se sabe. Así que ayer me fui al cine a ver Valor de ley, la nueva de los Coen. 


A mí lo que más me gusta es ir al cine entre semana, a la primera sesión y cuando la película ya lleva días estrenada. Ir a la taquilla en la plaza de los cubos, pedir una entrada para una película de la que me gusta saber lo menos posible, que me hagan el descuento por ser jovencísima y tener la sala prácticamente para mi sola, eso es lo que más me gusta. Hace unos años me causaba perplejidad la gente que iba sola al cine, me parecía algo imposible de hacer. Pensaba: ¡¿Dios santo ir a la taquilla y decir una entrada?! ¡Qué horror! Ahora es lo que más me gusta y como tengo tantas manías como una octogenaria es lo mejor que puedo hacer. Me gusta llegar antes de que apagen la luz, ver los trailers y escuchar la sintonía de la productora. No soporto que la gente se ría demasiado alto. ¿Es que no se dan cuenta de que los demás vamos al cine para ver una película no para que nos demuestren que las cogen al vuelo? Si comentan la película me dan unas ganas de ahogarlos con mis propias manos que no sé yo si algún día no podré aguantarmelas y la haré una masacre. Hay algunas personas que hagan lo que hagan lo hacen demasiado alto. Sí, sí, es posible reírse demasiado alto, hasta es posible comer palomitas demasiado alto. La gente que aplaude al final de la película me pone tan nerviosa como los que aplauden al aterrizar un vuelo. Y a la salida del cine me gusta no comentar demasiado la peli, ¿tan raro es eso? Degustarla en silencio es mucho más placentero. A menos que la película sea un truño, en ese caso no me molesta decirlo. Creo que la importancia de todo lo anterior disminuye en función de lo mala que sea la película. 

Ayer todo fue al revés: un estreno, un viernes, sin descuento,  la sala estaba llena y, encima, entre ellos se encontraba Almodóvar... Al señor que tenía al lado incluso le sonó el móvil a mitad de la película. Y a pesar de todo disfruté de la película como una enana. Claro que es estupenda y, encima, sale mi Matt...

Hubo un poco de caos a la hora de entrar en la sala. Por un lado se les rompió una máquina  y eso provocó que la película empezara quince minutos más tarde de la hora prevista. Y por otro, al ser un cine pequeñito había que dejar salir a los de la sesión anterior antes de entrar. Cuando aún estábamos en la calle uno de los trabajadores del cine nos avisó con quince minutos de antelación del retraso que iba a sufrir la proyección. Y, a pesar de eso, la gente empezó a quejarse diciendo cosas como "esto es increíble", "la organización es inaceptable", "que salga el encargado", etc. Así funciona la cosa, el otro día Gallardón sale diciendo que tenemos un aire limpio en Madrid y nosotros linchamos al vendedor de palomitas. Viendo como se pone la gente preferir estar sólo en la sala me parece poco.

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