lunes, 10 de enero de 2011

Feliz vuelta a clase

La vuelta al colegio después de las vacaciones de navidad siempre es muy emocionante.  Recuerdo cómo cuando era pequeña me iba a la cama la noche anterior con muchas ganas de ver a mis amigas de cole y cómo, a la mañana siguiente, saltaba de la cama sin que nadie me tuviera que despertar. Eran, todo hay que decirlo, raras las veces: los días que había excursión y no había clase o el mismo día de Reyes. Abrías un ojo antes incluso de que sonara el despertador, y comenzabas la rutina de las tres Des: desayuno-ducha-dientes, con un entusiasmo nada habitual a esas horas de la mañana. Un entusiasmo que desaparecía, en mi caso, en un abrir y cerrar de libros, porque al día siguiente ya no quería ir a clase, pero esa es otra historia...

Estábamos en el primer día de clase después de las vacaciones. El día en el que todos los niños han de llevar algo que les hayan dejado los Reyes Magos, para enseñarlo, compartirlo, estrenarlo y, ¿por qué no?, presumir un poco. A veces ese algo era un estuche, otras una mochila, unas botas o un abrigo, daba igual lo que fuera pero era una especie de código. Una prueba de fuego para el objeto en cuestión, si no causaba furor en ese primer día quedaría relegado al último rincón del armario y no volvería a ser usado nunca. Yo tuve uno de esos algos. Era una mochila azul metalizada que bajo los focos de la tienda me pareció preciosa y a la luz del día no había forma de colgársela a la espalda. Creo recordar que no llegó ni a salir de casa, la pobre. La he estado buscando para subir una foto pero debió pasar a mejor vida. Ni siquiera por Internet he encontrado alguna parecida, al menos no tan horrible. Pero si que conservo una cartera de la tiernisísima infancia con mucho cariño, una cartera que me trajeron los Reyes Magos desde París y que sigue siendo igual de bonita que entonces.


Hoy ha sido mi vuelta al cole, mi primer día de clase después de las "vacaciones" y, aunque he estado tentada de llevar mi cartera de Babar, mis padres me han hecho entrar en razón y la he dejado en casa. Y como hay que estrenar algo, he estrenado mis nuevos calcetines de Lorpen, porque hace tanto frío en clase que, tanto los profesores como los alumnos, vamos forrados como cebollas. ¡Hemos llegado a dar clase hasta con bufanda y guantes!

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