jueves, 20 de enero de 2011

Manrique en la Abadía

Los días previos al concierto transcurren con normalidad. Los tres sabemos que el día se acerca pero no lo comentamos entre nosotros. Sólo se aprecian pequeños movimientos: primero, a finales de noviembre, cuando mi madre y yo compramos las entradas, recibimos un resguardo de la compra en el correo electrónico.  Después le reenviamos a mi padre el resguardo para que lo imprimiera. Mi padre, muy obediente, lo imprimió y lo dejó en la mesa del comedor a principios de diciembre. Parecía una carrera de relevos, sólo que en lugar de cuatro eramos tres, ah, y que, además, somos de todo menos atletas. Y, por último, a finales de diciembre, mi madre cogió el testigo y fue al cajero automático a imprimir las entradas. Al llegar a casa las dejó en el salón. Del salón tendrán que pasar a la nevera, pensé, y entonces quedarán menos de veinticuatro horas para la meta. Y, tachan, esta mañana cuando he ido a coger la leche de la nevera para echársela a mis cereales, ahí estaban.

Círculo de Bellas Artes. Madrid
La primera vez que le vi tendría como seis o siete años y a lo largo de mi corta, cortísima vida le he visto ya unas cuantas veces. Mis padres siempre me han llevado a ver, y a hacer, cosas de mayores. Y yo siempre hacía como que no me gustaba, siempre me quejaba y les decía: "veis, siempre soy la única niña, vaya rollo" y en el fondo pensaba "como mola estar en el Círculo de Bellas Artes un sábado por la noche para verle a él, a Amancio Prada, o pasar un domingo viendo cuadros de Sorolla, o ver una peli para mayores un viernes". Eso sí, siempre en la primera sesión y siempre en versión original. Sí, esta costumbre también la he heredado. Lo malo es que ahora ya no soy la más pequeña, siempre hay alguna niña que me quita el puesto en los conciertos, en los museos y en el cine.

Teatro Principal. Zamora
En definitiva, que en esta casa somos devotos seguidores de Amancio Prada. Tanto que en el año 2002 en el teatro Albéniz, mientras esperábamos a que empezara un concierto de Paco Ibañez, vi que en el patio de butacas, sólo un par de filas delante de nosotros, estaba sentado Don Amancio Prada y, aunque no me gusta pedir autógrafos nada de nada, porque me da una vergüenza que me muero, me levanté con el programa en la mano y le pedí que me firmara uno. Creo que nunca me he puesto tan nerviosa en  mi vida, pero luego no fue para tanto. Me atendió y, después de darle las gracias y dedicarle la mejor de mis sonrisas, me fui tan contenta con mi autógrafo. Aunque en realidad me hubiera gustado decirle que se viniera a cenar con nosotros después del concierto y que, si quería venir con Paco Ibañez, no había ningún problema. Y que si, después de cenar, me quería cantar el Romance del enamorado no iba a impedírselo y que si Paco Ibañez quería cantarme, por ejemplo, la Nana de la Mora, sería estupendo. Nada de esto ocurrió, desgraciadamente. Aunque no me hubiera atrevido ni a mirarles a los ojos. Sólo soy capaz de mirarles cuando están sobre un escenario y les veo desde la oscuridad de mi butaca. 

Esta noche cruzaré los dedos para que mañana cuente muchas anécdotas y nos tenga allí hasta las tantas de la madrugada.

Ermita de la Anunciada. Urueña

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